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2 de julio de 2013

Un cuento de princesas real

Cupcakes de princesas

Lo único que veía eran piernas que pasaban apresuradas. Sentía en su mano la calidez del paño de Rebeca, su muñeca favorita desde que era muy pequeña. Cuando se sentía intolerablemente sola, era su única compañía y recordaba tiempos en los que siempre estaban pendiente de ella, cuidándola, jugando, dándole besos y abrazos. Ahora, simplemente, no tenían tiempo para eso. Se refugiaban en la idea de que se estaba haciendo mayor y no les necesitaba. Pero, a Aura, le hacían falta más que nunca. Su mente de niña cada vez estaba más perdida en un mundo sin referencias, sin amor, sin calidez.

Cierra los ojos, cuenta hasta tres. Abre los ojos. El viento se siente algo frío. A su lado, Rebeca le sonríe. Están en la penumbra de unos pasillos de piedra. En el corazón del inmenso castillo. Lejos de sus padres, que reinan muy ocupados en el salón del trono. Aura se levanta, y con Rebeca de la mano sale en busca de sus padres. Camina por pasillos, sube escaleras, se encuentra con personas que caminan apresuradas y al pasar le hacen una reverencia. Aura, cada vez más cansada prosigue la dura travesía. Esta vez, irrumpirá en el salón y demandará la atención que necesita, es su hija, tienen que cuidarla.

Cuando llega a las puertas del salón del trono, ve que está custodiada por dos guardias imponentes, de rostro pétreo, pero ella, aún así, se dispone a entrar.

-No se puede pasar, sus majestades están muy ocupados en estos momentos.

-Pero, es urgente, necesito hablar con ellos.

-Princesa, ahora mismo tienen entre manos unos asuntos muy importantes y han ordenado que nadie les moleste.

-¿Ni siquiera yo?

-Ni siquiera vos, princesa.

Aura baja la mirada, un dolor sordo empieza a latir en su interior, lágrimas díscolas pretenden escaparse, pero ella, aprieta los puños y con resolución insiste.

-Debo verles, es cuestión de vida o muerte.

-¿Qué sucede princesa?.-pregunta uno de los guardias con voz alarmada.

-Me duele el corazón, creo que si no veo al fin a mis padres, moriré.-su rostro es de una tristeza tan profunda que conmueve a los guardias.

-Pequeña princesa, nosotros os entendemos, pero no podemos dejaros pasar, nuestro castigo sería cruel. Es muy difícil gobernar un reino y ahora está pasando dificultades, vuestros padres se reúnen con diversas gentes tratando de buscar soluciones, sin descanso. No tienen tiempo para vos, Aura.

-Si no tienen tiempo para mí, ¿por qué me han traído al mundo?

Los guardias agachan la cabeza sin saber que decir. Aura se da por vencida y se va, con la cabeza baja y el corazón herido. Se dirige a la torre más alta, donde está su cuarto, más cerca de las nubes, más lejos del mundo. En ese lugar que solamente es suyo, donde cada día se refugia más a menudo.


Un, dos, tres. Aura abre los ojos. Está en su habitación. Con sus múltiples juguetes, sus libros. Pero lo que prefiere es meterse debajo de la cama y viajar a otro lugar. Jugar a princesas no resulta agradable, a fin de cuentas, las princesas tienen los mismos problemas que ella.




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