El timbre del teléfono suena impaciente en la estancia, un tono de 
espera, un grito de angustia, otro tono de espera, una mano se alarga 
para cogerlo, otra mano la agarra con dureza, otro tono de espera, una 
vida se apaga.
Raúl sigue ojeando distraídamente los papeles preparando la reunión de 
esa mañana, vuelve a mirar la hora, su mujer debería estar en casa, 
marca el número de teléfono de nuevo, espera, nadie contesta. Sus ojos 
vuelven a recorrer los gráficos, las palabras, pero su mente no está 
allí, está inquieto. Intenta tranquilizarse pensando que saldría a hacer
 algo de compra, a pasear, quién sabe qué. Marca el número de su móvil, 
el tono de espera se alarga hasta que desparece. El corazón de Raúl 
empieza a convertirse en una piedra pesada, le duele, le quema. Se 
levanta, recorre el despacho. Maldita reunión. Se sienta, mira la 
fotografía de su esposa, con su mirada tan limpia y hermosa. Se levanta 
de nuevo y toma la chaqueta.
-Raquel, tengo que salir un momento.
-Señor, le recuerdo que en una hora y media tiene la reunión con los japoneses.
-Lo sé, volveré antes.-Se detiene un momento. Y si no consigo volver haz lo posible por cancelarla.
Sale rápidamente del edificio, se sube a su coche. El pedal del 
acelerador cede suavemente ante la presión insistente de Raúl. Va muy 
rápido. No le importa. Cada vez siente más angustia. Cuando llega a casa
 ve el coche de su mujer aparcado. Sube corriendo las escaleras. Abre la
 puerta impetuosamente. Ve un desorden que le deja helado. Signos de 
lucha. Objetos caídos. Se dirige al salón. Ve los pies de María asomando
 por detrás del sofá. Se acerca corriendo, con un nudo en la garganta. 
María yace tumbada boca arriba, con el rostro azulado, los ojos muy 
abiertos, la boca en una “O” perfecta, una marca morada en el cuello, 
sus manos en garra. Raúl se derrumba y llora. No entiende nada. 
¿Quién?. ¿Por qué?. Se serena un instante y toma el teléfono, a los dos 
tonos responden en la comisaría de policía. Cuando les explica lo 
ocurrido su voz parece metálica, impersonal. Se sienta en el sofá con la
 mente vacía a esperar.
Angustia es un relato de Patricia Mariño.
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Vaya relato más triste, bueno más que triste angustioso, crea temsuón desde el principio por saber qué pasará al final. Me ha gustado.
ResponderEliminarBesos!