El día 1 de mayo se enteró de que pronto moriría. Cáncer terminal,
demasiado extendido para que se pudiera hacer nada. Ella no había ni
llorado, se quedó sentada frente a su azorado y joven médico, le miró
profundamente mientras le aseguraba que el tiempo que estuviera todavía
en pie lo viviría al límite. Se decidió a hacer un largo viaje, sin
decir nada a nadie. Se marchó con una ligera maleta. No le gustaban las
despedidas. Prefería dejar la vida disfrutando al máximo en un
paradisíaco lugar. Tomó los ahorros de su vida y se fue de viaje en un
hermoso crucero por el Mediterráneo.
En un soberbio cuaderno de cuero escribió con pasión los años más intensos de su vida. Amores salados en las playas cantábricas, frescos como sus aguas, intensos, placenteros y a fin de cuenta fugaces, sin huellas profundas y por eso menos dolorosos, recuerdos burbujeantes, chispeantes. Habló también de Sergio, con ese pulsante sufrimiento que le provocaba su recuerdo, aquella risa endiabladamente seductora, aquellas manos que le excitaban con sus caricias. Se fue una tarde agosto y no le volvió a ver. Se fue a morir al mar al igual que estaba haciendo ella, sólo que él sólo murió para ella, en el mar de otros labios. Escribió sobre aquel trabajo que amaba en la editorial y que había terminado hace un par de meses por recorte de personal. Y sobre todo vivió… vivió en los brazos de Fernando, de Fabio, de John… y en las playas de Grecia, llorando ante el Partenón, vivió… hasta que un día, amaneció fría en su camarote, y todavía una sonrisa radiante brillaba en su rostro.
En un soberbio cuaderno de cuero escribió con pasión los años más intensos de su vida. Amores salados en las playas cantábricas, frescos como sus aguas, intensos, placenteros y a fin de cuenta fugaces, sin huellas profundas y por eso menos dolorosos, recuerdos burbujeantes, chispeantes. Habló también de Sergio, con ese pulsante sufrimiento que le provocaba su recuerdo, aquella risa endiabladamente seductora, aquellas manos que le excitaban con sus caricias. Se fue una tarde agosto y no le volvió a ver. Se fue a morir al mar al igual que estaba haciendo ella, sólo que él sólo murió para ella, en el mar de otros labios. Escribió sobre aquel trabajo que amaba en la editorial y que había terminado hace un par de meses por recorte de personal. Y sobre todo vivió… vivió en los brazos de Fernando, de Fabio, de John… y en las playas de Grecia, llorando ante el Partenón, vivió… hasta que un día, amaneció fría en su camarote, y todavía una sonrisa radiante brillaba en su rostro.
Punto y final es un relato de Patricia Mariño
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Qué buen relato breve, triste pero hermoso; y qué susto, por el título pensé que era la última colaboración.
ResponderEliminarQué triste! Pero en el fondo bonito porque murió feliz.
ResponderEliminarBesos!
Es un excelente relato. Muchas veces me pregunto qué haría si me sucediera lo mismo, y creo que optaría por vivir lo que queda de mi vida al tope, saboreando mis mejores recuerdos y rodeándome de mis afectos.
ResponderEliminarUn saludo!
Sí, me ha gustado mucho, aunque triste me ha gustado :-) Un abrazo!
ResponderEliminarSublime resulta su estilo para dignificar la muerte.
ResponderEliminarEl tiempo que nos queda,sin importar si son meses o años ,siempre parece corto, pues llegado el final todo es presente.
La vida debe apreciarse en gerundio.
No expresarla con un viví o un viviré,sino un viviendo.
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