Qué embriagadora la sensación de separar la cabeza de tu
cuerpo. La cojo y te miro a los ojos ¿Estás contenta?. Hubiera sido más
fácil
que te quedaras quietecita y fueras feliz a mi lado, pero no, tenías
otros
planes. Ahora puedo besar tus labios todavía tibios sin protestas. Qué
hermosos tus ojos aún sin la luz de la vida. Eras todo para mí. Y
quisiste dejarme.
Volar. ¡Quédate conmigo, querida!.Me resulta curioso el ruido que hace
una cabeza al
caer. Un sonido fascinante. Hermoso el efecto de las salpicaduras
de sangre. Necesito hacerlo. Ver de nuevo tu piel. Rasgo tu jersey con
un
cuchillo. Tus pechos tan suaves. Los acaricio con delicadeza. Como si
fueses a
dar un respingo si te hiciera daño. El calor va abandonando tu cuerpo.
Quiero
ver dentro de ti. Deslizo el cuchillo por tu piel, retirándola,
despellejándote
con mimo. Es fascinante. Sangre. Rojo. Su olor me provoca. Carne roja y
jugosa.
Paladeo el sabor con mi lengua. Tu sabor. En mi boca. Eres una de mis
obras de
mi arte. Pintaría un cuadro con tu sangre. Haría una escultura abstracta
con
partes de tu cuerpo. Pero tu corazón, ese es para mí. Lo siento en mi
mano.
¿Qué había en tu corazón?. ¿Quién vivía en él?. Será mío, lo voy a
saborear.
Siento como se deshace en mi boca. Mastico y trago. Trago y mastico. Mi
sangre
lo repartirá por mi cuerpo. No, no debiste decirme que te ibas. ¿Por qué
buscaste otros brazos?. ¿Otra cama?. ¿No era suficiente para ti?.
Tu corazón ha acabado en el retrete.El
mejor lugar para él. Me odio. ¿Qué he hecho?. Yo era feliz. A tu lado. Eras mi
musa. Me enamoré cuando miré dentro de tus ojos. Tan podrida e imperfecta como
yo. El uno para el otro. Pero querías salir huyendo. NO. No podías huir de mí.
Tú eras mi arte. Yo acabé de modelarte. Mi obra maestra. Pero no quería
destruirte. Lo cambiaste todo. Todo se hizo confuso y otro tomó el control.
Has sido tú. Me miras desde el espejo con los ojos
inyectados en sangre. Tú la has matado y yo la quería.
Yo también la amaba.
Pero no debía de pertenecer a nadie más. No. Era nuestra. Y si no quería serlo
debía morir.
TE ODIO. Siempre te he odiado. Has hecho de mi vida un
infierno. Me has convertido en el apestado con el que nadie quiere estar. Me
torturaste con obsesiones insanas.
No puedes vivir sin
mí. No puedes vivir sin ella.
Pues no viviré.
Desahogo mi furia golpeándote. El espejo se astilla. Mis puños
sangran. Mátame con tu filo. Devórame, sombra. Acaba con mi corrupción. Libera al
mundo del monstruo oscuro que soy. No puedo dejar de temblar mientras cojo uno
de los cristales rotos. Una cuchilla que se clava en mí como un diente afilado.
Corte en las muñecas. Corte en el cuello. En el muslo. Quiero acabar con esto
ya. Espérame querida en las puertas del infierno. Prefiero una eternidad
contigo en el fuego eterno que un día de vida sin ti. Espérame. Me siento
débil. Un mundo desdibujado va desapareciendo tras mis lágrimas. Me estoy
vaciando en un charco en el suelo. Rojo sangre. El color que más usaba en mis
pinturas. Recuerdo aquella primera vez. Te hiciste un corte superficial sobre
tu pecho para que pintara la sangre derramándose por tu piel. Recuerdo la
oscuridad de tu mirada cuando dijiste que la maldad nos había unido. Recuérdalo
ahora. La maldad nos ha unido y ahora nos mantiene unidos. He tocado fondo.
Siempre mía es un relato de Patricia Mariño.
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