5 de septiembre de 2013

Caminando hacia atrás, te marchaste

Flores caídas en el suelo
Flores mustias caídas en el suelo, mientras mi mirada se desliza sin importarme sobre ellas ausente, impasible, fría. El eco de tu voz todavía resuena en el piso, vacío y roto sin tu presencia, pero ya no me importa. En el fondo sabía que eras un ave de paso, que emigrarías ante las heladas dificultades a otros climas más cálidos, menos exigentes, donde no tuvieras que ser responsable. Eras risa fácil, mano ligera, labios zalameros, me conquistaste con la facilidad que confiere la práctica, hombre de muchas mujeres y a fin de cuentas de ninguna.
Me fascinaste como a una niña, me entregué a tus habilidades, a tus placeres, sin reserva, sin cuidado, me moldeaste a tu antojo con tus manos sobre mi cuerpo. Me llenaste de ti y yo te recibí sin saberlo. Prendiste tu semilla de mala hierba en mí y cuando lo supiste te fuiste, sin mirar atrás, como un ladrón en la noche. Ilusa mujer adulta, tonta como una quinceañera. Navegarás ahora en otras aguas menos turbulentas, no oirás preguntas indiscretas sobre tu hora de llegada, no oirás reproches diciendo que vas a ser padre. Vuela pájaro, tú que no llevas dentro las consecuencias, yo sabré ser madre y padre, y si es un niño de voz conquistadora aprenderá a no ser como tú. Se me apagó la luz de los sueños, ahora he de agarrarme a la cruda realidad.



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