Fuente: favim.com |
El otoño se acercaba, pronto, las hojas de los árboles
formarían preciosas alfombras doradas y cobrizas en los suelos campestres, y
Luna, esperaba sus merecidas y ansiadas vacaciones. No le gustaba marcharse en
verano, cuando todo el mundo parecía huir y la pequeña ciudad en que vivía
sustituía sus habituales habitantes por los veraneantes de otros lugares
arrastrando sus maletas. Luna disfrutaba con eso, viajaba sin salir de allí,
tomaba su libro bajo el brazo y se hacía la encontradiza con esos rostros
nuevos, a veces, conocía personas que amaban la lectura igual que ella y
conversaban con gestos o palabras, dependiendo del caso. En ocasiones, había
hecho amistades que había continuado por carta o, en los últimos años, más bien
por mail. Así que Luna, viajaba en verano conociendo otras personas y a través
de sus palabras iba a este u otro lugar, cerraba los ojos y se dejaba ir,
imaginado como sería la ciudad o pueblo de donde venían. También viajaba a
través de sus libros, y con ellos se sentaba en parques y cafeterías esperando
con ellos en la mano que acudiera alguna aventura hasta ella. Los libros
siempre atraen a gente interesante. Luna era una persona solitaria, no había
muchas personas cercanas a ella, personas que siempre estuvieran a su lado,
pero en cambio, tampoco había muchas personas que entablaran conversación y
amistad tan fácilmente. Así pues era solitaria, pero siempre encontraba con
quien mantener una animada charla mientras se tomaba un café, o daba un relajado
paseo.
Cuando llegó el otoño, Luna hizo su pesado equipaje, lleno
de libros, libretas, ropa de abrigo y botas y se marchó a su lugar habitual de
vacaciones, un lugar que nadie más que ella conocía, perdido entre los bosques
donde los osos vagaban perezosos y las ardillas saltaban de árbol en árbol.
Luna, había heredado una cabaña de madera de su padre que para ella era el
mejor de los tesoros. Desde hacía ya diez años, todas sus vacaciones habían
sido allí, apartada de todo, con su imaginación, sus libros, sus mágicos paseos
por el campo que, para ella, era cuando estaba más hermoso, sintiendo las hojas
crujiendo bajo sus botas y mojándose con las leves lluvias que dejaban los
prados de color verde esmeralda. Luna siempre decía que prefería viajar con su
imaginación, dibujando en su mente todo lo que la gente que había conocido le
contaba de su lugar de origen o construyendo las escenas de sus novelas
favoritas, no hay nada para ella que pueda superar lo que crea en sus
ensoñaciones cuando el retiro y la soledad pueblan su cabeza de mil historias
diferentes que traslada a sus hojas de papel.
Las otoñales vacaciones de Luna es un relato de Patricia MariñoPuedes hacerte seguidor del blog de Patricia aquí: losrelatosdepatri
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