La niña del Exorcista |
De pronto, la tierra se pone a temblar, la gente se tambalea confusa y asustada, los chillidos histéricos se unen al sonido inquietante de las ventanas tintineando.
Al lado de la tienda de mascotas hay una niña impasible, mira la escena con frialdad, la dulzura de sus rasgos infantiles contrasta con la dureza de sus ojos. Sus padres están a su lado aterrorizados, vencidos, cansados.
-Está bien Sandra, déjalo ya por favor, te compraremos el cachorro que deseas.
La tierra deja de temblar y Sandra tiende la pequeña mano hacia sus padres, juntos entran y le compran un precioso perrito de color blanco. La niña se empeña en llevarlo en brazos y sus padres sin fuerzas para llevarle la contraria se lo consienten. El pobre anilmalillo tiembla y se retuerce asustado y Sandra para que se esté quieto le aprieta fuerte.
Sandra se encuentra en su habitación. Está repleta de juguetes de todo tipo y tamaño. Algunos se hayan desperdigados por el suelo. Hay peluches a los que le sale el relleno por alguna abertura, muñecos sin algún brazo o pierna o incluso sin cabeza, casas de muñecas rotas, y un largo etcétera. La desolación puebla el gran cuarto. Sandrá está sentada sobre sus piernas y su mirada se clava en algo, pronto vemos de qué se trata, es el pequeño cachorro, tumbado, tieso y con sangre que asoma por sus orejas, su boca, sus ojos. La madre de Sandra pasa por junto a la puerta abierta de la habitación y observa asombrada la escena.
-Mamá, no quería jugar conmigo.-Dice Sandra muy seria.
Su madre se marcha apresuradamente, asqueada y al borde de la histeria. Se encierra en su habitación y se echa a llorar. Recuerda el embarazo, los horribles dolores que tenía cuando no satisfacía sus antojos. Era un dolor profundo, lacerante que invadía cada centímetro de su cuerpo y nadie podía explicar, su médico la miraba de forma extraña cuando se lo explicaba, su marido decía que exageraba, que no se comportara como una niña, creyó que se estaba volviendo loca.
Cuando nació Sandra y se la entregaron para que la sujetara en brazos notó que algo no iba bien, había algo extraño y malo en su mirada, y empezó a temerla y a rechazarla. Muchas veces la llamaron mala madre, pero es que ella no sabía que era ser que había traído al mundo. Cuando le daba el pecho le succionaba tan fuerte que le hería y se alimentaba de su leche sanguinolenta.
En cuanto fue creciendo, manifestó unas habilidades mentales maléficas, tenía poderes telequinéticos que siempre usaba con los peores fines. Nunca se podían negar a nada de lo que les pidiera o sabían que provocaría alguna catástrofe. ¿Cómo habían engedrado a esa niña?. Cuando dormía parecía un angelito, sus rasgos eran bellos y dulces, pero dentro estaba dominada por el mal.
Es de noche, Sandra agotada se ha dormido en el suelo de su cuarto, su cabeza reposa al lado del cachorro muerto. Su cabello está rojizo, teñido con la sangre del perrito. Su madre la observa desde el vano de la puerta con el corazón cansado y el alma rota, sus ojos están rojos de tanto llorar. Está agotada, no puede vivir así, esa niña no puede ser suya, tiene que ser hija de un demonio que se está burlando de ellos. No puede seguir así, no le quedan más fuerzas para luchar, para esperar que cambie. Así que se dirige a la cama de la pequeña, coge su almohada y, poniéndola sobre su cabecita aprieta fuerte asfixiándola mientras duerme.
Lo quiero ya es un relato de Patricia Mariño.
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La madre no estaba exenta de crueldad y tenía poca vision creativa.
ResponderEliminarPudo haber conseguido que la niña fuse adoptada por una familia de politicos.
qué niña más diabólica, madre mía. La foto que has puesto para ilustrar el post le va que ni pintada. Me encanta que historias tan cortas puedan aportar tanto. Ah! y me he reído mucho con el comentario anterior, el de Carlos, qué bueno, tiene toda la razón, una de esas niñas le daba yo a Rajoy, o mejor, unas cuantas.
ResponderEliminarBesos.
Besos!